Octavio Hoyos
3 min readAug 12, 2022
Octavio Hoyos Copyright 2021.

Hemos aprendido a vivir del miedo y por el miedo. En base a él reaccionamos, establecemos patrones e incluso estilos de vida. El obstáculo actual de nuestras vidas es uno más de los que han surgido y vivido en la historia de la sociedad; para nosotros empezó a finales de febrero del 2020 cuando a pesar de que pensábamos que era algo distante se manifestó por primera vez en un ser humano de nuestro país. Al mes siguiente algo de cada persona se detuvo en la ciudad: se declaró emergencia por pandemia y se decide hacer un alto en la vida cotidiana.

El miedo y la incertidumbre iniciaron. El silencio se apropió de cada espacio, las calles se volvieron algo desiertas y solo se veían personas que en realidad no tenían opción de quedarse en casa y salir a buscar su día era sobrevivir. Tenía que asumir el riesgo, no era opción para mí quedarme en casa y mucho menos podía por mi profesión. Los primeros días usé el transporte público y desarrollé como todos habilidades para entrar al metro y no usar mis manos para sujetarme de tubos, barandales y puertas. Una semana posterior me di cuenta que si bien todo transporte estaba semi vacío era mejor retomar la bicicleta y desde entonces ha sido mi compañera. En esos días de incertidumbre, en dónde la información fluía en medio de cifras trágicas y “memes” preferí no ver, leer ni escuchar nada. El protocolo fue estricto en casa y en mi método de vida diaria. En la puerta de casa se me desinfectaba así como la mochila; usé el mismo pantalón, misma chamarra y mismo calzado que todas las tardes se lavaba mientras yo me bañaba.

Ame la ciudad en esos momentos mucho más que ahora, podía transitar libre pedaleando por rumbos que nunca imaginé cruzar en la bicicleta; el silencio si ayudaba de mucho. Recuerdo que en pocas ocasiones salimos a hacer algo cotidiano como pasear a las mascotas. El día que lo hicimos fue solo mi esposa y yo mientras cada uno llevaba a Ceniza y a Lola; el aire sopló en la calle y movió algunas ramas de árboles. Denisse cerró los ojos y levantó el rostro mientras algunas lágrimas corrían por sus ojos.

Hace unos días terminé de leer el más reciente libro de Guillermo Fadanelli “Stevenson, inadaptado”; habla sobre una de tantas historias de pandemia -siendo un seguidor del escritor creo que es de los menos atractivos que he leído-, y creo que estando en constante movimiento por la ciudad pude ser testigo de historias más interesantes sin ser ficción. El virus mutó, el mundo lo hizo y la ciudad que habito igual. La sociedad perdió un poco ese miedo que en ocasiones nos mueve y nos limita, solo hay que asumir consecuencias con respecto a ello. Cómo dice Fadanelli en otro texto, buscamos un lugar habitable.